martes, 10 de febrero de 2009

Eternas vacaciones

La relatividad de las cosas me asusta, casi todo esta saliendo de acuerdo al plan, aun que se supone no debería existir uno, porque cuanto más lo buscás, menos aparece… entonces, deberías seguir el bendito No Plan. Por tanto, se sigue cierta conducta que te dicta el adestinado tiempo. Que irónico, no? Cuando más intenta uno no seguir con la monotonía de los errores pasados, más cae en la rutina.
Leí, miré, pasé las hojas, presté atención y llegué a la conclusión, como siempre nada nuevo, tenés razón, hay gente y nosotros. Descubrí que, por más que las ignores o simplemente las desconozcas, tenés las dos opciones siempre, dos puntos de partida y dos de llegadas y me decidía por la izquierda, cabezazo en contra, adiviná cuál es?
Como esa persiana que esta pendiendo de un solo tornillo, esa lámpara que mi hermana no me deja colgar, el silencio del ventilador en las noches de verano, la radio que papá se olvida de apagar mientras termina “La venganza”, la mirada del espejo intermitente en la habitación y tu nombre, tu nombre que no me deja soñar con nada más… que se aparece cuando cierro los ojos y esta ahí cuando despierto, que se presenta y representa en cada cosa que se me interpone. No esta bien decirlo, no esta bien que lo digan tampoco, no quiero decirlo ni escucharlo.
Ahora bien, sabiendo esto… cómo podés pensar que no te extraño? Él es mi canciller y ellos todos son manifestantes, esta es mi historia de verano, lo que se me cruzó por la vida, una opción enceguecedora y tentadora, peleadora y buscona, dulce y amarga… una opción que promete más que mis salidas y seudo-opciones, ininterrumpidas secuencias que me cuestan creer. Ahora me vas a decir que solo era un cigarro más, una plaza menos y una noche siempre inolvidable como las anteriores con las anteriores.
Bueno, no solo conseguiste que te creyera si no también, que te quisiera. Hoy, ayer y hace 43 días estoy esperando pasar esa noche, ese cigarro, esa plaza, todo otra vez.
Que esta sensación sea imparable no tiene explicación, más que las que te pueden llegar a dar mis sonrisas mirando a la nada recordando algunas de las frases de aquel día y por supuesto, mis ojos que no pueden prestar atención a la seria conversación que mi cerebro no mantiene con mis amigos, porque simplemente responde al otro bobo que siente por vos.